El Eco de Alhama número 29                                                                                                                                                                        Historia

...agustinos con altas responsabilidades en la Orden con quienes mantenía cordiales relaciones. Según parece, logró involucrar en las obras al célebre cronista cortesano fray Antonio de Guevara, que un año antes de la muerte de doña Teresa llegó a su nueva diócesis de Guadix como obispo.

Su ímpetu misionero también la llevó a propiciar una nueva fundación en tierras almerienses, aunque esta vez no de vida activa sino contemplativa y destinada a las féminas. En 1514 envió a la Madre María de San Juan, junto a nueve religiosas, a Almería para fundar el Convento de las Puras que hoy conocemos.

Vale la pena subrayar esta vinculación especial de doña Teresa con estas religiosas de la Orden de las Concepcionistas Franciscanas ya que, si bien fundó cuatro conventos y favoreció la creación de otros, hizo suyo el carisma renovador de santa Beatriz de Silva. Introducida por la propia reina doña Isabel en el círculo de la santa portuguesa, que había sido dama de la propia madre de la soberana, asistirá a la fundación de su nueva Orden y conectará rápidamente con su acento eucarístico y mariano. Identificada cada vez más con el espíritu concepcionista, en 1507 obtiene bula para fundar un convento de la Orden en Torrijos y, además, el papa le permitió el uso del hábito y la convivencia en la clausura monacal por su distinguida vocación a la Madre de Dios.

Sin abandonar del todo la Corte, su vida cada vez giró más en torno a esta comunidad concepcionista de Torrijos. La muerte le sobrevino frisando los ochenta años, el 4 de marzo de 1529. Teniendo ya en vida fama de santidad, hubo que aguardar a 2001 para iniciar el proceso diocesano de Beatificación que, en 2002, llegó a Roma y fue aprobado en 2005. Mientras los fieles aguardan su beatificación, no faltan oraciones que se alzan hacia el cuerpo incorrupto de doña Teresa.

Su corazón noble no pudo olvidar su anhelo misional en su Señorío de Marchena y así queda recogido en su testamento del ocho de marzo de 1528 ante el escribano don Diego Pérez de Lequetro. Contando como albacea a fray Francisco de la Tarza, a la sazón provincial agustino, le ruega que permanezca unos meses en su amado Convento de Santa María de Jesús. Igualmente, no duda en dirigirse a los propios frailes huecijeros para animarlos a que: «especialmente trabajen de doctrinar e instruir a los nuevamente convertidos de aquella tierra en las cosas de nuestra santa fe, porque para este fin, principalmente, fundé el dicho monasterio». Tampoco olvidó, muy encarecidamente, pedir a sus sucesores que continuaran velando por la comunidad de Huécija y les entregó una renta perpetua de 50.000 maravedíes.

Sin duda doña Teresa Enríquez es una figura capital para entender la función y origen del Convento que surge como la expresión de la vida de esta magna dama de uno de los períodos más brillantes de nuestra Historia patria y aventurera única en los caminos de la fe.

Doña Teresa sin descuidar su imponente labor religiosa y caritativa, no dejó de velar por el señorío de la Taha de Marchena, recibido en agosto de 1494.

LUGAR DE TESTIMONIO: LOS MÁRTIRES DE HUÉCIJA

«Aclamaban orgullosos el triunfo los Agarenos, siendo oprimidos los buenos con martirios horrorosos; más vuestros siervos victoriosos son de Cristo confesores.»

(Canónigo Sebastián de Medina y Ordaz, Gozos a Ntra. Sra. del Martirio)

Si doña Teresa es la primera joya que esconde este Convento, también es custodiado silenciosamente entre los sillares de su torreón otra historia de vida y, al igual que la primera, injustamente olvidada. Me refiero al cruel martirio que padecieron un considerable número de cristianos en la terrible Rebelión de las Alpujarras en la Navidad de 1568. Si bien no faltaron desde el principio iniciativas diversas para honrar y venerar su memoria, un olvido y abandono inexplicable enturbió un recuerdo que, por la violencia alcanzada, debió grabarse para siempre. Resulta difícil poder establecer con seguridad los datos ciertos de estos sucesos e incluso poder elaborar un listado exacto, como ya reconoce el P. Hitos en su célebre obra. Gracias a la aparición de nuevos documentos y al impulso del prolongado proceso de beatificación, cada vez podemos conocer más aspectos de estos tristes días que empaparon de sangre una tierra disputada por dos bandos irreconciliables.

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