| No empieza, ni entrando por la carretera de Huéchar; ni por el 
              cruce del paraje de "Las Piedras del Conjuro", ni siquiera bajando 
              por el lecho del "Cerro de la Cruz". Alhama no empieza en el Ayuntamiento, 
              ni en el Parque de la Huerta de Rosalía, ni en el "Paseo de Nicolás 
              Salmerón", ni en la calle Médicos, ni en la Placeta de San Antonio, 
              ni siquiera en la Plaza de España...  Alhama no empieza ahí. La entrada está en el corazón de cada alhameño, 
              y en el del que se siente como tal. Ese, que recuerda a su pueblo 
              y a sus gentes en cada instante. Ese que tiene un don especial, 
              que sólo Alhama sabe dar a sus hijos... como una madre. Es el don 
              que se puede llamar de muchas maneras, pero que sólo nosotros sentimos 
              como el don característico de nuestro pueblo. El que aprendimos 
              en la escuela, en la calle con nuestros amigos, el que nos enseñaron 
              nuestros abuelos y el que ya nunca se olvida. Puede llamarse solidaridad, 
              apego, alegría, bondad, generosidad y, hasta, porqué no decirlo... 
              juerga, cachondeo, bullicio, escándalo. Lo que también aprendimos 
              como andaluces y almerienses, y que nos distingue; por llevar la 
              alegría de España.  Bastan tan sólo unos minutos, con los ojos cerrados y la espalda 
              apoyada en la fachada de la Iglesia, con el espíritu abierto a la 
              plaza para admirar por un momento que la vida es un fluir de sentimientos 
              y sensaciones que a nosotros los alhameños nos llegan de una misma 
              forma. Con los sentidos desplegados a ese aire que, como en ningún 
              otro sitio, corre en Alhama; se puede sentir el alboroto del pueblo 
              a las once de la mañana.  Así, aún con los ojos cerrados, molestos, quizá por aquel camión 
              del reparto que ha llegado a la Plaza de Arriba, olemos a esa mezcla 
              tan entrañable a café, tabaco y abuelos, que sale de la Tertulia. 
              Quizá nos molesten sus ruidos a juego, a dominó y a truco. También 
              puede que nos moleste un poco el sol, brillante y caluroso en todo 
              momento -hasta, incluso en esos días de invierno, que nos sobra 
              el abrigo-.Abrimos los ojos y todo sigue como siempre, en el corazón 
              de Alhama. Bueno, algo cambia -siempre para mejor-, allá en una 
              esquina, junto al Túnel: un bello y arquitectónico edificio moderno 
              da cabida al cerebro político de la villa. Hasta allá, entre papeles, 
              circulares y certificados, aún se degusta el sabor del paraíso, 
              "del agua caliente, de los antiguos parrales, de las rosquillas 
              recién hechas, del pasado y de las ganas de futuro". Sabor 
              dulce y cálido a zumo de uvas; sabor también a progreso y superación. 
              Sabor a tradición, elegancia, a música...  Existe por un momento, la barrera con el pasado, aquel que situaba 
              a muestra Alhama como "la Seca", o "la de Salmerón", que nuestros 
              mayores nos recuerdan, a nosotros los que no vivimos "aquellos tiempos". 
              Recelosos, quizá por desear que nada cambie en el lugar que escogieron 
              para criarnos, en el lugar en que tanto pasaron en aquellos años 
              de la guerra, o en aquel en que cada 6 de diciembre la devoción 
              les llamaba a, la Iglesia para agradecer a nuestro patrón San Nicolás 
              de Bari, que la cosecha de la uva les hubiera dado un año más algún 
              "dinerillo".  Paraíso entre paraísos: no podemos dejar pasar, al alzar la vista 
              y mirar, que Alhama está rodeada por preciosos parajes, tanto por 
              sus sierras como sus vegas verdes -hoy escasas- y que cada día, 
              intentamos admirar con más respeto. Desde el mirador de la Puerta 
              de Hierro, hasta el del cementerio, donde se puede contemplar el 
              sinuoso recorrido del río Andarax que va dejando en sus orillas 
              a pueblos y tradiciones, todas entre sí, amigas. Todavía no cesa el bullicio, ahora casi es mayor, y ya es la una 
              del mediodía. Los pocos agricultores tradicionales -que aún riegan 
              bancales y "paratillas" con agua de "Los Decididos"- vuelven de 
              la vega en sus tractores y los demás, aquellos que cultivan bajo 
              plástico y con los avances de las últimas tecnologías, también llegan 
              a sus hogares para el breve descanso del almuerzo.  Es extraño, por un momento, hay silencio. Si cambiamos nuestro 
              rumbo, y avanzamos por la calle Canalejas, sólo oiremos el murmullo 
              del telediario de las dos, y el sonido de cucharas y platos, que 
              nos anuncian que ya es la hora de comer.  Parece que el pueblo se ha echado un rato a la hora de la siesta. 
              Sólo se pueden ver a unos niños sentados en la acera, esperando 
              con anhelo ir un rato a la piscina. Y..¿por qué no?.  Sí; subimos ahora, por un sitio casi todavía desconocido para los 
              alhameños que no viven aquí. A la izquierda, el recién inaugurado 
              Frontón; encuadrado en una avenida, que, quién sabe si dentro de 
              unos años será la prolongación del centro del pueblo convirtiéndose 
              así en el centro deportivo, cultural y lúdico, y coronado con uno 
              de los mejores institutos de la Comarca. Con el nombre del Cerro 
              que siempre duerme vigilando nuestro pueblo, y donde, personalmente 
              he pasado los mejores años de mi vida, el I.E.S de Alhama inculca 
              a muchos jóvenes alhameños y de la comarca, el don especial del 
              que hablábamos antes, mezclado con el buen gusto y dedicación de 
              profesores, educadores y la simpatía de los conserjes.  Pero, en verano, que mejor que ir a la piscina. Un lugar lleno 
              de frescor, que alarga las charlas de las noches de verano, entre 
              cervezas y tapas. Y que durante el día, hace las delicias de niños 
              y mayores, en un recinto verde lleno de aroma estival, acariciado 
              en todo momento por el bullir relajante del agua de la cascada. 
             Tantos parajes nuevos, tantos parques, asociaciones, centros, cosas 
              que hacer. Todavía se podría mejorar todo. Y entre todos lo conseguiremos. 
              Con este dinamismo que nos personaliza, deseando que cada día sea 
              mejor que el anterior. Siguiendo la guía de nuestros abuelos y la 
              iniciativa, de nosotros los más jóvenes. Todos es posible, dentro 
              de la tolerancia, el respeto y la integración que debemos conseguir, 
              aún en mayor medida. Quizá se pueda ver esto algo utópico, pues Alhama también tiene 
              sus defectos. Pero hago un llamamiento ahora y desde esta publicación 
              a todo el que se sienta motivado por la conservación y mejora de 
              su casa, de su pueblo, de este rinconcito característico del Valle 
              del Andarax. De aquí, de este lugar que no empieza ni, entrando 
              por la carretera de Huéchar; ni por el cruce del paraje de "Las 
              Piedras del Conjuro", ni siquiera bajando por el lecho del "Cerro 
              de la Cruz"...  |