EL ECO DE ALHAMA NÚMERO 5 | ETNOGRAFÍA |
![]() MANUEL DEL AGUILA ORTEGA ![]() Escritor Músico, compositor, profesor de idiomas y periodista. Autor de numerosas composiciones musicales: Si vas "pa" la mar, Petenera de la orilla, El Fandanguillo de Almería, Campanilleros del Cabo de Gata, son algunos ejemplos de ellas. Experto estudioso del folklore almeriense y nacional. Asiduo colaborador con la prensa tanto nacional como local. |
CULTURA POPULAR Y FOLKLORE ![]() |
Tendrá pues
la bella y difícil misión de estudiar todo lo relacionado con la creación
y transmisión de unas manifestaciones culturales, generalmente de autores
desconocidos, porque el pueblo fue y será siempre pródigo y desinteresado
y, por tanto, cambiante, pero no podrá olvidar ni postergar a aquellos autores,
a través de los cuales se han reflejado épocas y situaciones. Un arte cambiante,
repetimos, que, en definitiva, no hace más que interpretar, ágil y libremente,
la existencia.
Ha existido
y existe, no lo negamos, un abandono y cierto menosprecio hacia la cultura
popular, y las razones son, y lo fueron, más en tiempos pasados, las estructuras
de clases, nacidas de los intereses contrapuestos entre la aristocracia y
la burguesía terrateniente y las clases trabajadoras; básicamente los jornaleros
y los campesinos, fuente viva de los brotes chispeantes proveedores de ella
y, naturalmente, motivo básico para no mostrarles ningún interés.
Los intelectuales,
salvo excepciones, la han seguido más de cerca, pero sin ahondar, y buena
prueba es la falta de revistas especializadas e incluso de artículos de etnografía,
cultura campesina, vida rural o cultura popular en un amplio horizonte, en
revistas editadas o subvencionadas por los organismos públicos.
No podemos
decir que ha habido, exactamente, una permanencia de omisión total, porque
existió la Biblioteca de Tradiciones Populares, a finales del Siglo XIX y
revistas como Bética y Andalucía, ya en el siglo XX. En ellas se recogieron
cuentos, leyendas, cantes, costumbres, proverbios, adivinanzas, conocimientos
sobre medicina, botánica, agricultura, ceremonias, fiestas, juegos, mitos,
etcé, "elementos constitutivos del saber y del idioma, indispensables para
el conocimiento de la historia y de la cultura española", según Machado y
Álvarez.
Frecuentemente
ocurre que una palabra o expresión, poseedora de firme raiz etimológica, va
perdiendo, -pocas veces ganando-, su primitivo sentido, deshaciéndose, a veces,
en una semántica demasiado permisiva, hasta anularlo e incluso falsearlo;
esto ha ocurrido con la palabra FLOKLORE, aunque ella, además, no lo tiene.
Por eso
mismo, los fenómenos culturales son difícilmente inteligibles si se prescinde
del contexto, si se olvida o se aparta la forma de sentir, de vivir lo que
años de convivencia social o permanencia urbana y de influencia geográfica
han concentrado en lo que llamamos identidad, porque la región, la comarca
o el pueblo, que une a veces, también establece fronteras determinantes y
diferenciadoras. Y, en España, un rio, una sierra y hasta un largo llano es
un motivo diferenciador del acento, de la gastronomía, de la danza o incluso
del comportamiento.
Permítanme
citar algo eminentemente personal, pero esa propia circunstancia vivida por
mí mismo, la hace más emocinal y vibrante en el recuerdo.
Hace dos
años, e invitado por unos amigos, pasé unas semanas en Noruega. Una noche
en el café "Des Arts" de Bergen, una bellísima ciudad situada en un fiord
de leyenda, me pidieron que tocara música española en un piano que allí había.
Estos países nórdicos conservan el buen gusto de tener un buen piano de cola,
presidiendo un rincón. Toqué la Danza del molinero, de Falla, y dos canciones
populares armonizadas por García Lorca, El Vito y El Zorongo. Cuando terminé,
un matrimonio andaluz que trabajaba allí vino a felicitarme, profundamente
emocionado. Volví varias veces porque el ambiente era encantador y acabaron
mis amigos y un buen número de clientes cantando, a coro, el "Si vas pa la
mar" con buen ritmo y, naturalmente, un pésimo acento, porque las expresiones
musicales o poéticas nacidas del pueblo -desarrolladas y limpiadas de vulgaridades-
tienen un bellísima fuerza rememorativa.