EL ECO DE ALHAMA NÚMERO 25 Nicolás Salmerón y Alonso, 1908-2008
 
Guillermo Artés Artés
María Martínez Gonzálvez
Antonio Álvarez Tortosa

Doña Margarita Salmerón

Recuerdos

de su estancia en Alhama

No estaría bien que en este número especial dedicado a D. Nicolás Salmerón, en lo que a su relación con Alhama se refiere, no recordásemos algunos aspectos de una de las personas de su familia que han tenido más contacto con el pueblo, Doña Margarita Salmerón Bellanger, nieta de D. Nicolás Salmerón.

Hija de D. Francisco Salmerón García y Dña. Zoé Ismerie Bellanger, fijan su residencia en Alhama cuando se inicia la segunda década del pasado siglo XX por los problemas de salud del cabeza de familia. Don Francisco, que había ejercido la medicina primero en París y después en Madrid, decide vivir en Alhama por la bonanza de su clima y, allí, ejercer su carrera de médico al mismo tiempo que responsabilizarse del cuidado de las fincas de parras que su familia conservaba en el pueblo. Encontramos así, en estas décadas primeras del sigo XX, a la familia Salmerón residiendo en Alhama incluso después de fallecer don Francisco en el año 1925. Aquí residen durante los años de la guerra y los primeros de la posguerra, pues doña Ismerie fallece en 1944 quedando doña Margarita huérfana con la sola compañía de su fiel asistenta Matea. Acerquémonos algo más a la situación socioeconómica que Alhama vivía tras finalizar la contienda.

En estos años duros de la dé­cada de los cuarenta y primeros años de los cincuenta, Alhama pierde todo vestigio de su rica agricultura uvera y el caudal de agua de la fuente principal y del Olivillo alcanza sus mínimos históricos. El pueblo presenta un aspecto desolador, viviendas destechadas, escasos bienes mal vendidos para poder emigrar a Cataluña o América Latina principalmente.

Así, en este contexto, encontramos a Doña Margarita y a su madre junto con su fiel criada Matea. Económicamente no les va demasiado bien. Viven de lo que les pagan por sembrar cebada en la Huerta, -para ellas "El Terrajo"-, de una hectárea aproximadamente, algunos agricultores de Alhama como Juan El Ferrero o los Mercaderes. También ellas criaban sus gallinas y vendían los huevos para obtener algunos ingresos y, sobre todo, gracias a la venta en las famosas subastas de las diez horas menos cuarto de agua de la Fuente de las que eran propietarias.

Tras la muerte de doña Ismerie, Doña Margarita y Matea continúan su vida en Alhama. Matea, además de realizar las tareas de la casa (por las que no recibía un salario en metálico), va a la fuente en busca de agua con un pequeño carro de una rueda de hierro y sus cántaros, hace la compra en la plaza y, sobre todo, acompaña a Doña Margarita en las tardes grises y frías del invierno alhameño. Esas tardes, Matea después de quemar unos "palos" en la Huerta, coloca un anafre caliente en los pies de Dña. Margarita que, con una manta liada, pasa largas horas tras la ventana mirando la Huerta. Matea era poco agraciada físicamente, su mirada algo hosca, el pelo lacio y cortado a "tazón" tan mal cortado, que en el pueblo quedó aquel dicho que decía: ¡tienes el pelo como la Matea!

Allí, sentada en su mesa de camilla, mirando tras los cristales, es como la recuerdan las niñas que en los años finales de la década de los cincuenta jugaban en el paseo, en ese "castillo con puerta" donde pasan las tardes tras la merienda, después de salir de la escuela de Doña Micaela.

Doña Margarita es pequeña, vestida de negro, con sus gafas trasparentes, el cutis blanco, muy blanco, igual que su corta melena. Su voz es suave y queda. Con una dulzura particular invita a las niñas a pasar a su estancia y allí, amablemente recuerda para ellas algunas anécdotas de la vida de don Nicolás.

El interior de la casa conserva el ambiente de un templo. Fría, techos altos, mucho silencio. Es el lugar donde Doña Margarita guarda con mimo el recuerdo de su abuelo. Los libros, repartidos por todas las habitaciones, la pequeña urna de cristal en la que se guardan las zapatillas, el ramo de flores secas cogidas en la vega del pueblo y el sombrero. Ese bastón que se convierte en un sable y el inmenso mapa de mármol, esa mesa cuadrada, grande con patas de hierro que lo soporta, con trozos de mármol de distinto color para cada una de las provincias de España.

Doña Margarita enseña francés a algunos jóvenes y menores del pueblo. Tiene un completo dominio de la lengua francesa pero sobre todo hay que destacar su inmensa bondad. Así, junto al Bonjour madame! Bonjour monsieur! les hablaba del sentido de la Constitución, algo que estos niños y jóvenes no habían conocido y les decía "Han pisoteado estas gentes, la Constitución".

Nunca tuvieron ningún tipo de problemas en el pueblo debido a sus ideas, al contrario, siempre hubo un inmenso respeto y gran afecto por parte de todos hacia ellas. Recibían con frecuencia presentes de la gente del pueblo (frutas, hortalizas, etc.).

Tuvo relación con distintas personas y familias del pueblo, como las familias de Efrén Rodríguez y Nicolás Martínez, así como con Moneada Calvache con quien le unía una especial amistad y con quien pasaba largas tardes en compañía.

Doña Margarita fue la conservadora del legado de su abuelo D. Nicolás. La memoria viviente, el archivo que conservaba cada uno de los recuerdos, de las escasas noticias que en estos años del franquismo difícilmente aparecían sobre Salmerón. Dedicó su vida a recoger y conservar todo lo que llegaba hasta ella. Cajas de cartón repletas de pequeños recortes de prensa con el título del periódico y con su fecha, notas manuscritas en las que recogía los principales acontecimientos de la familia y también los recuerdos que hasta ella habían llegado de su abuelo. Es por eso que conservamos noticias de la estancia de los ministros en Alhama con motivo del homenaje a Salmerón en 1931, al igual que aquellos recortes de la prensa madrileña que dieron la noticia de la inauguración del busto en diciembre de 1928, como las noticias sobre sus tíos, los hijos de D. Nicolás.

Tras la muerte de Matea en Almería, donde fue enterrada, Doña Margarita se traslada con su prima hermana Doña Rosita Salmerón, a Villena, que vive con su marido que es médico. Allí le llega la muerte en una residencia a mediados de la década de los setenta, y allí es enterrada.

Deseamos agradecer la aportación de estos recuerdos a Carmen Ordoño, a Esther, a Efrén Rodríguez y a Maria del Carmen Amate, pues con ellos hemos podido reconstruir un breve perfil de este personaje y esperamos que con estas pinceladas hayamos podido contribuir a favorecer el conocimiento sobre la vida de esta mujer, la cual, para la mayoría de nosotros sólo nos resultaba conocido su nombre y su parentesco con Don Nicolás Salmerón. Igualmente, deseamos con estas líneas, conservar su recuerdo como un elemento más de la historia de Alhama, pues, aunque ella no fue alhameña de nacimiento si lo fue de corazón.

Doña Margarita en la Huerta Rosalía acompañada por jóvenes de Alhama. De izquierda a derecha, sentadas, María Artés Mercader, Carmen Ordoño Artes y Antonia Artes Martínez. De pié, Cristóbal Tortosa Artes, Manuel Amate Tortosa, María Ordoño Artes, Librada Rodríguez Artés, María Rodríguez Artes y Matea "la criada". Año 1949. Colección particular de Cristóbal Tortosa Artés.