EL ECO DE ALHAMA NÚMERO 25 Nicolás Salmerón y Alonso, 1908-2008
 
Mi pequeño homenaje a SALMERÓN

Pura López Cortés
Pura López Cortés. Almería 1952, maestra, escritora e investigadora literaria, dlnamizadora cultural, mujer de izquierdas, que quiere contribuir con su trabajo a la justicia social y la libertad y la concordia y que querría que dentro de mucho tiempo sus cenizas den verde al cerro de la Cruz junto a una Inscripción que diga "Que suerte he tenido de nacer", (Alberto Cortez).

El recuerdo de Nicolás Salmerón, Salmerón, como familiarmente me resuena, está amalgamado a mi memoria más remota y a mi memoria más perenne.
Nacida en casa de mis abuelos paternos, la influencia de mi abuelo Nicolás, alhameño, republicano de izquierdas, represaliado por los golpistas tras la Guerra Civil y amigo personal de los hijos de Salmerón que le eran coetáneos y la de mis padres, caló en mí como lluvia mansa, los niños escuchan aunque no opinen, yo fui una niña muy receptiva. Mi madre, Pura Cortés, alhameña también, y el cariño que mi padre, Rafael López Zapata, sentía por este pueblo, donde, pasó largas temporadas desde la niñez, hicieron que yo desde pequeña me sintiera fuertemente vinculada a Alhama.

El sentido que convoca los recuerdos más lejanos es el olfato, así mi infancia y mi primera juventud huelen a Alhama, es decir, a pinos, a rosquillas, a ese aroma de los caños: vapor de agua caliente y humeante, a leche de cabra, a albahaca y a madreselva, a rastrojos resecos, a tahona de leña, había muchas, aromando las noches preñadas de estrellas con el humo de leñas que sabían a hogar, a estiércol que abonaba aquel tapiz frondoso de parrales, que brotaba como un milagro tras las revueltas de el Empalme, o a pámpanos acres, recién cortados, que acarreaban burros y mulos desde el Pago por la calle de la Fuente, allí estaba yo en la puerta de la Fonda Bervel, que en el año de Maricastaña pusiera el abuelo de mi abuela y que por aquellos entonces regentaba mi tía Matilde, depositaría de acaecidos, arcanos y mitos familiares.

También en las tertulias que se hacían durante la velada en la puerta cuando estábamos allí pasando el verano ella, mi abuela Paz, las otras hermanas y amigos y vecinos se hablaba de él no sólo con admiración y respeto sino también con devoción, comentaban su sencillez y afabilidad aquellos que habían tenido la suerte de tratarlo. Conocí entonces la Silla de Salmerón en el Conjuro, y cómo nos gustaba, reverenciosos, sentarnos allí cuando éramos pequeños.

Desde muy chica me impactó, sin comprender, claro, la caladura de su renuncia a ser quien "mandaba en España" por no firmar la ejecución de una sentencia de muerte. ¡Cómo me llamaba la atención! ¡Cómo lo engrandecía ante mis ojos! Y eso que aún no tenía cara, los tiempos no estaban para bromas y, como una reliquia, con la dignidad de quien reposó en él su pedestal, decapitado, esperaba estoico como él, que algunos paisanos recobraran la cordura y pusieran su busto de donde nunca lo tenían que haber quitado y menos aún de la forma que lo hicieron unos pocos desalmados.

Conforme fui creciendo, en la clandestinidad, fui conociendo más detalles del hombre tan ponderado, tan querido en mi familia, así en esos tiempos de tapadillo comencé a visualizar tesoros, a tenerlos entre mis manos: libros, documentos de homenajes, fotografías de la época, algún periódico más que amarillo...
Desde entonces ese retrato de la época ha presidido, por derecho, mis sucesivos cuartos de trabajo, junto a todo aquello que tiene un significado para mí.

Aún recuerdo la primera vez que visité a su nieta, a Doña Margarita tan cariñosa, tan amable, tan sencilla...

Cómo me crecí cuando hablando me dijo que recordaba perfectamente a mi abuelo, niña ella y joven él, con sus tíos en la Huerta Rosalía; se interesaba por mis tías, hermanas de mi abuela materna, que aún vivían y de las que era más o menos contemporánea, fue un rato inolvidable, que por suerte se repitió más veces.
Nicolás Salmerón y Alonso tiene sobrados aspectos y cualidades por los que ser admirado, yo en el modesto conocimiento que tengo de su vida y obra lo que más admiro es:

  1. Su sentido del respeto y su forma de ejercerlo en toda ocasión.
  2. Su espíritu libre, mantenido al precio que fuera.
  3. Su coherencia personal sobre cualquier cosa.

Sí, esto es lo que más valoro, aunque a veces puede que discrepe en ciertas opiniones, en ciertas actuaciones políticas; pero también tengo en cuenta siempre el contexto histórico en el que acaecieron.
Dice mucho de él su educación estricta, pese a ser el menor de siete hermanos y huérfano casi desde la cuna.
Dice mucho de él la sólida formación académica que los expedientes atestiguan.
Dice mucho de él su ingente capacidad intelectual en tantas facetas de la sabiduría, que verifican multitud de testimonios.

Dice mucho de él el amor y el desvelo que volcó en su mujer, sus hijos, hermanos, nietos.. .pese a estar falto de tiempo y sobrado de preocupaciones.
Dice mucho de él el ser respetado no sólo por sus correligionarios sino por sus adversarios, valgan como ejemplos desde Isabel II, y no es que yo sea monárquica precisamente, que lo consideraba el hombre más honrado de España, a los parlamentarios más conservadores que dieron repetidas muestras de ello, valga como ejemplo las sesiones que con motivo de su muerte se celebraron en el Congreso de los diputados, conservador en su mayoría, que presidía Eduardo Dato, y que fueron un elogio merecido y continuo.

Dice mucho de él la veneración con que lo recordaban las personas del pueblo que lo conocieron en sus repetidas visitas a su Alhama natal, "reposo del guerrero", lugar de encuentro convivencia y solaz con su familia, con sus amigos y conciudadanos, añoranza continua y refugio cálido y sencillo en la casa que se rodea de la Huerta Rosalía, nombre de la añorada madre, y que el destino hizo que pasara a ser de su propiedad.

...Dice mucho de él que sus paisanos en 1928, por suscripción popular levantaran frente a su casa el busto de don Nicolás que da la bienvenida a toda persona que pasa o entra por esta villa.

...Dice mucho de él el homenaje que le brindó la II República y que congregó en Alhama no sólo a políticos de primera fila sino a intelectuales como Unamuno, Carmen de Burgos, Victoria Kent....

Dice mucho de él la impronta que dejó en los suyos. Les imprimió el respeto, la tolerancia, la grandeza de espíritu y así no dejaron traslucir gesto de reproche ante el oportunismo de quienes los fueron despojando de sus alhajas, recuerdos y otros objetos de ajuar doméstico llenos de significado afectivo, a cambio de escasas monedas para subsistir en los años de posguerra o el ya citado desmantelamiento del busto. Es más siempre enseñaron las reliquias que les quedaban: las alpargatas, el sombrero de paja, el pañuelo, el callao, la mascarilla fúnebre, el ramillete de flores de cal campo, seco y descolorido, la mesa con el mapa de España...para luego donar parte de la Huerta Rosalía a los alhameños para lugar de recreo.

Dice mucho de él la internacionalidad de su figura, antes y ahora. Dice mucho de él las palabras con que lo despidieron numerosas personalidades de su época de todos los rincones de España y del mundo.

...Dice mucho de él que en pleno franquismo se le pudiera imponer su nombre al Instituto de Enseñanza Media n° 1 de Almería, del que fue alumno brillante, a poco de ser inaugurado.

Dice mucho de él la sucesión de renuncias que por fidelidad a sus principios y coherencia personal hubo de hacer a lo largo de su vida, no sólo a la jefatura del estado o a la cátedra de Metafísica, fueron bastantes más.

Dice mucho de él, que al cumplirse el centenario de su muerte y sin dejar de ser objeto de congresos y publicaciones durante este largo periodo, se haya organizado ahora un evento de estas dimensiones y sobre todo que sea seguido con tanto interés por personalidades de distintos ámbitos e intereses.

Así cuando Clémenceau expresó en su pésame que "Dio gloria a su país y a la Humanidad" acertó de pleno con la labor desarrollada por el jurista, por el político, por el filósofo, por el profeta, por el maestro, por el hombre...

Sería hermoso que el pueblo de Alhama al que tanto quiso y que se honró con cambiar su denominación completa, al cambiar en 1932 el término de Almería por el apellido de
don Nicolás volviera ahora a retomarlo, así se haría justicia devolviendo a la localidad y a la persona lo que intransigencias totalitarias le arrebataron en la Dictadura. En eso quiero concluir mi modesto homenaje, en pedir a quien corresponda y en nombre de quienes lo admiraron, de quienes lo admiramos, que Alhama de Almería vuelva a llamarse ALHAMA DE SALMERÓN.