Conversando, a finales de abril, con mi
maestro Juan Marichal y con su hijo Carlos
Marichal Salinas, en su jardín de Cuernavaca (México), recordé la primera vez que mi padre me llevó a la casa de don Nicolás Salmerón en Alhama de Almería. Les conté también que, en nuestra última visita, ante el monumento al ex presidente de la I República Española, a mi padre, que ya rondaba los 80 años, se le saltaron unas lágrimas.
Estoy seguro de que aquellas lágrimas condensaron multitud de recuerdos, así como los ideales republicanos de libertad, igualdad y solidaridad por los que mi padre había luchado toda su vida y que, con bastante éxito, nos había inculcado a mi hermana y a mí desde que tuvimos uso de razón. Nunca olvidaré aquella mañana lluviosa en Alhama la Seca, porque ha marcado muchas etapas difíciles y algunas decisiones claves en mi vida.
Cuando mi padre nos hablaba de principios éticos o de actividad política solía incluir referencias a la vida y a la obra de Salmerón, un santo laico, a quien él llamaba respetuosamente don Nicolás. Nos destacaba su coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, entre la teoría y la práctica, entre su pensamiento y su comportamiento. Y nos repetía la frase que hay grabada en su tumba del Cementerio Civil de Madrid; "DEJÓ EL PODER POR NO FIRMAR UNA SENTENCIA DE MUERTE". O bien aquel lema "piensa y trabaja", en lugar del anacrónico "cree y ora" del antiguo régimen.
El profesor Juan Marichal (87 años, catedrático jubilado de la Universidad de Harvard) es el director del
BILE (Boletín de la Institución Libre de Enseñanza) a cuyo Consejo de Redacción (a petición suya) tengo el honor de pertenecer. Hablamos de la visita que hicimos juntos, hace unos años, acompañados por su esposa, Sólita Salinas, a la casa de Salmerón, y de su charla, apasionadamente salmeroniana, a los estudiantes del Instituto de Alhama.
Le dije que me emocionó -¡cómo no!- ver mi nombre impreso en el BILE, cuyo número 1 (del 7 de marzo de 1877) lleva en su portada un artículo firmado por don Nicolás Salmerón ("Necesidad de reconocer Ley en la Historia"). No en vano nuestro paisano fue inspirador, junto a Giner de los Ríos, de la Institución Libre de Enseñanza y, desde hace muchos años, he seguido con interés y afecto la huella "institucionista" en la cultura, en la ciencia y en la política españolas.
En nuestra conversación de Cuernavaca, rodeados de frondosas Jacarandas en flor, el historiador Carlos Manchal me insistió en la necesidad de recuperar, por su enorme vigencia, "la experiencia original" que llevaron a cabo los hombres de la revolución del 68 y de la I República Española como Nicolás Salmerón.
Coincidimos en que los españoles olvidamos con demasiada facilidad esa "experiencia original" de finales del siglo XIX, que sembró la primera semilla de la concepción federal (una y diversa) de España, y que propició un debate interesantísimo, intenso y excitante sobre los ideales de libertad, en un país tanto tiempo dominado por el absolutismo y/o el clericalismo.
En aquellos años que siguieron a la "Gloriosa" florecieron cientos de periódicos (don Nicolás fundó varios y le llevaron preso por defender apasionadamente la libertad de expresión) y se debatieron asuntos de enorme interés sobre la autonomía de las regiones, provincias y municipios.
En don Nicolás tenemos, además, el embrión
(tan prometedor como prematuro) del actual Estado de la Autonomías.
Quizás antes de tiempo, este almeriense universal fue
el precursor de la democracia representativa parlamentaria
y de la concepción federal (autonómica) del
Estado. ¡Y en los libros de Historia de la ESO y de
Bachillerato apenas le dedicamos, si acaso, un par de líneas!
¿Quién va a reivindicar el papel tan influyente
de este virtuoso almeriense en la reciente Historia de España,
y la vigencia plena de sus ideales federalistas y democráticos,
si no lo hacemos, con el orgullo debido, sus paisanos?
En don Nicolás tenemos el embrión del actual Estado de la Autonomías. Este almeriense universal fue el precursor de la democracia representativa parlamentaria y de la concepción federal (autonómica) del Estado. |
Por eso mismo, para empezar, y con el debido respeto, propongo a mi rector magnífico, Pedro Molina, que promueva el nombre excelso de don Nicolás Salmerón como futura denominación oficial de la joven y dinámica Universidad de Almería. Me gustó mucho ver su nombre en el frontispicio de nuestra biblioteca universitaria. Pero creo que debemos dar un paso más para pregonar con justicia la vida y la obra de este "apóstol de la democracia" (así le llamó Ríos Rosas, primer fundador de El Sol).
Don Nicolás fue un maestro de maestros en la universidad,
un hombre de concordia en la política, un regenerador
de la ética civil española, un ciudadano ejemplar,
honrado y coherente, un ejemplo vivo del humanismo racionalista
para nuestros estudiantes y un patriota que soñó
con adelantar la civilización en España. Otro
almeriense, el poeta Álvarez de Sotomayor, le definió
como "sembrador de la semilla de nuestra ansiada libertad"
¿Qué más le podemos pedir al único jefe de Estado que ha producido la provincia de Almería? ¿A qué esperamos para dar, por fin, su nombre inigualable a la Universidad de Almería? Ya lo veo, desde la playa: "Universidad Nicolás Salmerón. Almería".
Estoy seguro de que el mismo Rey de España, que asumió en tiempos difíciles muchos ideales salmeronianos, pondría, con orgullo, la primera piedra en ese nuevo y prometedor rótulo universitario dedicado a un republicano tan ilustre y a un hombre tan cabal.
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