EL ECO DE ALHAMA NÚMERO 13

Historia

Lorenzo Cara Barrionuevo y Juana Rodríguez López

Entre los restos más interesantes que la dilatada historia del valle del Andarax (y en concreto Alhama y Sta. Fé de Mondújar) pueden ofrecer, destacan, por su número e importancia, un amplio conjunto de tumbas megalíticas que aún podemos ver cobijadas entre las lastras de las lomas de Galera y Huéchar (Alhama), en las proximidades (de dos a cuatro km.) de los Millares



stos restos enigmáticos, que algunos todavía confunden con "tumbas de moros", son solo el exponente más claro de lo que en su día fue la Cultura Megalítica del Neolítico Final y la Edad del Cobre (hace de 6.000 a 4.000), que se extendió por toda la fachada atlántica europea y que alcanzó aquí, en Alhama, uno de los lugares más meridionales y orientales de su expansión.

Tumbas y territorio

La más antigua presencia humana en el término municipal corresponde a la PREHISTORIA y en concreto al Neolítico y toda Edad del Cobre (hace de 6000 a 4000).

En las zonas de El Mojón, Huéchar y Galera se extienden las necrópolis compuestas por rudimentarias sepulturas. Estos enterramientos estaban realizados con grandes losas o lajas de lastra que arrancaban del terreno por lo que recibían el nombre de tumbas megalíticas (megas=grande y litos=piedra).

Pulsa para ampliar
Una de las mayores sepulturas de la Loma de Huéchar.
Obsérvese la puerta perforada que daba entrada a la cámara.

Se trata de rudimentarias sepulturas colectivas, formadas por un estrecho pasillo y una pequeña cámara mortuoria, de planta poligonal (rectangular, trapezoidal o hexagonal) donde pequeños grupos de población (quizás simples familias) de carácter seminómada enterraban a sus miembros, junto a toscas vasijas, piezas y útiles tallados en piedra, hachas de piedra pulimentada, cuentas de collar, etc.

En aquel estadio primitivo de la evolución histórica, donde ya se conocía la agricultura y la ganadería, la organización social se vertebraba en torno a las familias, que formaban clanes, agrupaciones más extensas donde intercambiaban productos y con los que compartían tanto una tierra como prácticas religiosas y sociales comunes.


Uno de los muros que cerraba el recinto de la Loma de Huéchar. En su interior se encontraron los fuegos de los hogares

Pero siendo el desarrollo de las actividades productivas muy rudimentario era obligatorio el traslado periódico en busca de nuevos recursos. La tierra se agotaba con su cultivo constante, el ganado necesitaba mejores pastos, la caza y recolección completaban la dieta pero exigían el traslado.

De ahí el significado de las tumbas. En ellas la familia no depositaba tan solo a los muertos sino que marcaba un territorio sobre el que habían de vivido. Como símbolo de la continuidad de la vida, los muertos vivían en las tumbas y desde allí defendían los derechos de sus descendientes a disfrutar de los recursos que desde ella se abarcaban. Pero los derechos se señalaban no tan solo para los demás clanes sino más bien para otras poblaciones organizadas según un complejo sistema que incluía la especialización en el trabajo y el intercambio desigual fuera del grupo, una estructura social más jerarquizada y el desarrollo de un sistema militar de defensa; es decir los gérmenes de la propiedad privada y de la división social. Esta sociedad estaba muy cerca, en Los Millares.

Una convivencia difícil pero necesaria

En el transcurso de su larga convivencia las dos formaciones sociales evolucionaron de un modo diferencial. La de Los Millares desarrollando un aparato militar cada vez más especializado y un intercambio desigual, a veces a mucha distancia, con otras comunidades mientras que su organización social le permitía emprender grandes obras constructivas (murallas, fortines, grandes tumbas, acequias, etc.) a la vez que fomentar la especialización y la diversificación de la producción con lo que se consiguió desarrollar, por ejemplo, gran pericia en la metalurgia del cobre, pensándose actualmente que pudo introducirla en el Sudeste peninsular y probablemente en el occidente europeo.

Frente a todas estas innovaciones tecnológicas, las comunidades megalíticas permanecieron tercamente afianzadas en sus antiguas prácticas.

Pero el contacto fue inevitable y empezó por romper el sistema igualitario de las familias, privilegiando contactos con algunas de ellas, pues Los Millares se asentó sobre una zona fundamental para controlar los intercambios de la costa con el interior (eje río Andarax-Rambla de Jergal) pero no excesivamente importante en cuanto a riqueza agrícola. Además, como núcleo formado con posterioridad a los enclaves megalíticos (Alhama y Gádor) se hallaba físicamente rodeado por una formación cultural muy diferente.

Fue por ello por lo que se fue desarrollando un sistema cada vez más complejo que protegía a la población (murallas) o que vigilaba a las comunidades megalíticas y las rutas de comercio (fortines).

Paralelamente, estas fueron desarrollando los sistemas productivos, aumentando de población e introduciendo un tímido amurallamiento en sus poblados que se fue haciendo más complejo conforme las posibilidades de un territorio progresivamente empobrecido no podía satisfacer a una población cada vez más importante.

Pero la diferencia general de casi 800 años de convivencia jamás fue de confrontación, sino de lo que llamaríamos "relaciones selectivas".


La Loma de Galera desde Los Frailes

En primer lugar no han aparecido restos de destrucciones violentas en las zonas excavadas en Los Millares por lo que debemos suponer que en realidad su aparato defensivo se desarrolló constantemente para disuadir a unas poblaciones propensas al pillaje por la enorme diferencia de riqueza.

En segundo lugar marcaban una frontera, la diferencia entre dos mundos distintos, en la que se rechazan los "contactos indeseables", pues integrar social y culturalmente a las poblaciones megalíticas hubiera supuesto la imposibilidad de aplicar los sistemas de "intercambio desigual" y por lo tanto hubieran ocasionado el empobrecimiento.

Por otra parte, para las comunidades megalíticas esta situación significaba el acceso de sus productos a un mercado más amplio y la posibilidad de aumentar el "estatus" familiar mediante la adquisición ventajosa de productos, con el desarrollo de nuevas técnicas, lo que introduciría un elemento de desajuste al aumentar la población.

La crisis de un sistema de mutuo beneficio

La situación tuvo un punto de inflexión. Fue cuando la metalurgia del cobre se extendió a otras comunidades y cuando las grandes vías de comunicación cambiaron. Los Millares no pudieron entonces comerciar con "bienes de lujo", productos "exóticos" muy valorados por pobres poblaciones del interior, sino que tuvo que importarlos incluso. Además el sistema de contraprestaciones que aseguraban la igualdad entre los clanes que formaban la comunidad se fracturó, pues ante la escasez se jerarquizaron las relaciones, manteniendo el "estatus" unos a costa de otros. Comenzó, entonces, la despoblación y el empobrecimiento.

Pero las poblaciones megalíticas siguieron una evolución muy diferente y fragmentada. Parte de sus elementos, aquellos que habían tenido más contacto con Los Millares, se integraron tardíamente en su evolución hacia poblados fuertemente fortificados.


El ajuar de las tumbas era muy pobre. Muy pocas cerámicas estaban decoradas como esta
Allí la propiedad privada pudo desarrollarse hasta hacerse hereditaria, igual quizá que ciertas funciones sociales de alto rango (jefatura), favorecidas por la importancia alcanzada por la defensa. Otra porción permaneció fiel a las antiguas prácticas y costumbres, y las nuevas poblaciones asentadas, descendientes del mundo de Los Millares, tuvieron que vigilarlas por algún tiempo como ya se había hecho con anterioridad, hasta que acabaron por establecerse permanentemente en pequeños poblados, adoptando la cultura dominante (Cultura Argárica en la Edad del Bronce) con más o menos intensidad. Por último, una pequeña parte quedó marginada del desarrollo histórico al ejercer, probablemente, prácticas ganaderas que la obligaban a la trashumancia lo que quizás explique los pobres y pequeños asentamientos con materiales de adscripción cultural y cronológica poco fiable que se extienden como hábitats ocasionales hasta la época del Bronce Final (del 1.000 al 700 a.J.C. aprox.).

De toda esta antigua cultura perdida en el tiempo solo queda, aparentemente, unos pobres, sencillos y toscos edificios, pero es tanto lo que nos pueden decir en el futuro que es obligación de todos contribuir a conservarlos para que algún día sean tan patrimonio para Alhama como Los Millares para Santa Fé de Mondújar.


Brazaletes de cobre del Bronce Final encontrados
en las tumbas megalíticas de el Mojón

Resumen

En aquel estadio primitivo de la evolución histórica se conocía la agricultura y la ganadería. Pero el desarrollo de las actividades productivas era muy rudimentario por lo que era obligatorio el traslado periódico en busca de nuevos recursos.

Las tumbas no servían tan solo para depositar los cadáveres de los antepasados sino que marcaban también el territorio en el que habían vivido. Como símbolo de la continuidad de la vida, los muertos vivían en las tumbas y desde allí defendían los derechos de sus descendientes.

Con el aumento de la población la competencia por los recursos fue mayor. La larga convivencia con la sociedad establecida en el cercano poblado de Los Millares (situado en Sta. Fe de Mondújar) dividió los intereses de las comunidades megalíticas, diferenciando socialmente a algunas familias que mantenían contactos más estrechos con aquella población. Sus tumbas son más grandes, sus ajuares más ricos e introducen ya objetos de cobre pero también aumentó la inseguridad.

Si antes se había vivido en cabañas de cañas y barro, adosadas a veces a paredes rocosas, ahora se refugian dentro de murallas de barro con base de piedra, como la que atraviesa a lo ancho la Loma de Galera. A su vez, Los Millares fortificará su población con sucesivas murallas, defendiéndose mediante fortines o castillos en los cerros próximos de estas comunidades megalíticas.

Una propuesta de puesta en valor

Abandonados durante siglos, expuesta al expolio y al reaprovechamiento de sus materiales, lo que hoy nos queda es apenas un reflejo de lo que fue uno de los más importantes centro megalíticos de Andalucía. Hace poco más de dos años (en marzo del 2000), en un proyecto pionero sobre la puesta en valor de los recursos históricos presentando a la Mancomunidad de Municipios del Medio Andarax, proponíamos no tan solo la conservación sino la puesta en valor de cara a las visitas turísticas y culturales de estas necrópolis que se extienden desde Huércal de Almería a Canjáyar.

Y lo hacíamos porque es un fenómeno cultural que atrae a un público creciente interesado por los "misterios" de la arqueología y, en especial, debido a que se trata de un fenómeno cultural extendido por la Europa occidental, con el que el visitante extranjero se encuentra hasta cierto punto familiarizado.

Pulsa para ampliar
Reconstrucción multimedia de una tumba
(extraído de "Vestigios megalíticos en el valle de Gor")

Nuestro planteamiento partía de la necesidad de diseñar un "parque arqueológico" donde se pudiera visitar y comprender el mundo megalítico y un "centro de interpretación" que sirviera de introducción a su visita añadiendo elementos expositivos que la reforzaran.

Si bien la necrópolis de la Loma de Huéchar puede darse por desaparecida (pues lo que no fue destruido por las labores agrícolas de los años 80, lo fue por la carretera o se encuentra vallado en terreno particular), la de las Lomas de Galera (en Alhama) y del Rincón (en Huécija, aunque en menor medida) aún cuentan con importantes restos, que en parte están en terreno público.

Pulsa para ampliar
Conduciendo el cadáver a la tumba
(reconstrucción de "Vestigios megalíticos ...")

Algunas actividades pioneras, desarrolladas desde hace en Gran Bretaña ha permitido crear parques arqueológicos (por ej. Dorchester) con restos que a muchos les parecían exiguos o la que actualmente se está llevando a cabo en el campo megalítico de Gor-Gorafe (Granada), son experiencias que pueden servir de modelo.

Una "Ruta de los Constructores Megalíticos" uniría diversos yacimientos de la comarca. Partiendo de Los Millares, podría recorrer Alhama (Centro de Presentación y Loma de Galera), Huécija (Loma del Rincón) y adentrarse incluso en el valle para comprender mejor ese legado de milenios que nos desafía con sus ruinas y sus misterios.

 

Bibliografía

Antonio ARRIBAS, Fernando MOLINA, Fr. CARRIÓN, Fr. CONTRERAS, G. MARTÍNEZ, A. RAMOS, L. SAEZ, FR DE LA TORRE, I. BLANCO Y J. MARTINEZ (1987): Informe preliminar de los resultados obtenidos durante la VI campaña de excavaciones en el poblado de Los Millares (Santa Fe de Mondújar, Almería), 1986". Anuario Arqueológico de Andalucía, I/1985, tomo II Actividades sistemáticas. Sevilla; pp. 245-262 (Biblioteca de la Diputación).

L. CARA y J. Mª RODRÍGUEZ (1989):"Fronteras culturales y estrategias territoriales durante el III milenio A.C. en el valle medio y bajo del Andarax (Almería)". Arqueología Espacial 13. Teruel; pp. 63-73 (Biblioteca de la Diputación).

Robert CHAPMAN (1991): La formación de las sociedades complejas. El Sureste de la Península Ibérica en el marco del Mediterráneo occidental. Barcelona.

Georg y Vera LEINSER (1943): Die Megalithgräber der iberischen Halbinsel, I. Der Süden. Berlin.

Juana Mª RODRÍGUEZ LOPEZ (1982): La necrópolis megalítica de Huéchar-Alhama. Memoria de Licenciatura, inédita. Granada.

Juana Mª RODRÍGUEZ y L. CARA (1985): "Megalíticos de puerta perforada en los alrededores de Los Millares". XVII Congreso Nacional de Arqueología. Zaragoza.

Luis SIRET CELLS (1893): "L'Espagne préhistorique". Revue des Questions Scientifiques XXXIX; pp. 439-562.