EL ECO DE ALHAMA NÚMERO 13

Educar para la Salud


La depresión infantil, apenas conocida en décadas anteriores, está creciendo de un modo constante en nuestros días, tal es así que la probabilidad de que un niño sufra episodios de depresión es tres veces mayor que la de sus abuelos. Algunos dicen que estamos en el comienzo de "La era de la melancolía" y no debemos extrañarnos si tenemos en cuenta que, el futuro de nuestra sociedad descansa sobre unos niños con cada vez más problemas anímicos.

 



Vicente Martínez Rubio - LICENCIADO EN PSICOLOGÍA

No puede combatir enfermedades que en situaciones normales no supondrían ningún peligro. Y es que cada vez se hace más presente de un modo u otro en conversaciones, situaciones… una sensación de malestar, de descontento con la vida, insatisfacción personal, irritabilidad, etc…

Tanto la depresión con adultos (de la cual hablaremos en el próximo número) como la infantil, se refieren a un estado depresivo del estado de ánimo y a una pérdida del interés o de la capacidad de experimentar placer como características fundamentales. Sin embargo, los síntomas en cada una de ellas no son los mismos. Estos varían en función de la edad y del sexo. Ver tabla 1 y 2.

A) Síntomas psíquicos más frecuentes

Niños

  • Dificultad para establecer contacto social
  • Ansiedad
  • Incapacidad para integrarse
  • Dudas
  • Inhibición

Niñas

  • Inhibición
  • Ansiedad
  • Dificultad para establecer contacto social
  • Conformismo
  • Buen comportamiento

B) Síntomas somáticos más frecuentes

Niños

  • Agresividad
  • Exaltación
  • Llanto inmotivado
  • Alteraciones del sueño
  • Onicofagia (morderse las uñas)

Niñas

  • Mutismo
  • Agresividad
  • Crisis de llanto y gritos
  • Enuresis
  • Compulsión alimentaria

 

El bajo rendimiento escolar siempre está presente en la depresión infantil. Esto puede ser causado por la depresión o bien el bajo rendimiento ha podido desencadenar la depresión. Lo importante aquí es que siempre está presente.

En algunos niños los síntomas vistos en la tabla pueden no aparecer, en estos casos la depresión se manifestaría en otro tipo de problemas como enuresis, hiperactividad, problemas físicos, estomacales, etc.

Edad preescolar (2-5 años)

Rechazo del juego
Agitación y timidez
Crisis de llanto y gritos
Insomnio
Dificultades en la alimentación

Edad escolar (6-12 años)

Irritabilidad
Inseguridad
Resistencia a jugar
Dificultades en el aprendizaje
Terrores nocturnos y enuresis

Preadolescencia-adolescencia (13-18 años)

Rumiación
Abatimiento
Sentimientos de inferioridad
Cefaleas
Impulsos suicidas

Las señales infalibles para detectar la depresión proceden del propio cuerpo. Dado que la mente y el cuerpo son dos entidades diferentes que forman parte de la persona en su totalidad, ya que sin la una no existiría la otra, todo lo que pase en la vida mental o anímica del niño, se verá reflejado en el cuerpo. Y a la inversa, la expresión del rostro, de los ojos, la vivacidad de los movimientos al andar o expresarse, el tono de voz, etc, etc, son señales naturales del organismo que reflejan lo que está ocurriendo. Por lástima, todas estas señales se pasan por alto y cada vez nos olvidamos más de nuestro cuerpo.

Factores de riesgo

Los factores de riesgo de la depresión infantil son entre otros, los siguientes:

La baja frecuencia con la que el niño percibe como valorado o reconocido su trabajo y esfuerzo por parte de los padres, tutores o educadores.

Las auto-evaluaciones suponen una amenaza directa hacia la propia identidad del niño. Es común el carácter negativo de estas auto-evaluaciones en niños depresivos, dando lugar a una falta de confianza en sus propias aptitudes y capacidades.

Tendencia a interpretaciones negativas de sí mismo, del mundo y del futuro.

La presencia más o menos frecuente de estados emocionales que evocan recuerdos desagradables.

Detrás de estos factores siempre está como telón de fondo la influencia del ambiente familiar, la educación recibida tanto por los padres, tutores, educadores, cuidadores, profesores, etc. Y conforme el niño va creciendo, la relación con los iguales empieza a tomar la misma importancia.

La familia es cada vez más inestable y frágil, de hecho el número de divorcios se ha incrementado notablemente en los últimos años, y cada vez es menor el tiempo dedicado a los pequeños así como los lazos de unión entre los miembros de la familia. Entre algunas de las conclusiones que se obtienen de todo esto, señalamos la que aquí nos interesa, y el la disminución tanto en calidad como en cantidad de las necesidades emocionales (cariño, afecto, protección, sensación de pertenencia, etc.) que los pequeñas reciben. Dado que toda enfermedad mental se basa en un problema emocional, encontramos en la familia uno de los pilares que explican el crecimiento de los problemas anímicos entre los niños.

En lo referente a los padres, tutores, profesores y demás, señalar la importancia crucial que éstos tienen en el posterior desarrollo de la depresión, agresividad o cualquier otro problema emocional. Es muy frecuente que los niños reciban las consecuencias de los problemas psicológicos de sus padres , profesores, educadores … quienes a su vez está muy lejos de reconocerlos. La indiferencia mostrada hacia el niño, alternada con castigos más o menos duros con o sin justificación, acumula en el niño sentimientos de ira, hostilidad, rabia, impotencia, etc, que encuentran su salida de un modo u otro fuera del ambiente familiar. Las peleas y el consumo de drogas son ejemplos típicos de lo que estamos hablando. Estos niños o adolescentes, tienden a interpretar erróneamente cualquier acción, gesto o comportamiento entendiéndolos como señales de amenazas, burlas, rechazo, etc, que junto con esa carga emocional acumulada lo más fácil es que se produzca un ataque de cólera.

Prevención

En la infancia encontramos frecuentemente la semilla de la depresión y la mejor prevención que puede realizarse es a través de la educación. Podríamos decir que saber y sentir serían los pilares básicos de toda educación. Lejos de fabricar un ideal de cómo deberían o tendrían que ser los hijos. En este caso sólo nos llevaría a la utilización de unos determinados recursos personales, es decir, aquellos que se considerarían necesarios para llevar a cabo ese papel. Dejaríamos de lado el resto de nuestro potencial, lo que impediría el crecimiento personal y autorrealización del niño. Toda nuestra madurez quedaría a expensas de ese ideal de cómo debemos o tenemos que ser. Además de cubrir las necesidades emocionales durante la infancia, el crecimiento personal pasa por la identificación de nuestras emociones en cada una de las situaciones, que siempre están ya que de lo contrario estaríamos muertos, este reconocimiento movilizaría nuestros recursos para enfrentarnos a las demandas que más urgen en la situación donde nos encontramos. De este modo dispondríamos de muchos más recursos que si nos atuviéramos a un ideal de cómo ser o comportarnos. Por otro lado, el comportamiento mostrado siempre sería mucho más acorde con nuestra personalidad, disminuyendo los conflictos que se producen cuando hay que elegir entre lo que creemos, debemos y tenemos que hacer y lo que realmente queremos. Claro está que no siempre podemos hacer lo que queremos dado que tenemos que convivir y atenernos a unas normas, es el precio que tenemos que pagar para poder vivir en convivencia, pero el simple hecho de darnos cuenta de esto ya es mucho. Actualmente la educación pasa por cargar de conocimientos, datos e ideas a los alumnos, cosa que no me parece mal, pero claro está que esta acumulación de saberes no resolverá los problemas emocionales. Para la prevención y resolución de estos problemas es necesario educar al niño en la identificación de sus emociones como un primer paso, para después poner la cabeza al servicio de aquellas y no al servicio de ideas, creencias, prejuicios, etc, que siempre chocan con la realidad. Dado que las emociones nos movilizan hacia aquello que queremos, podemos decir que nuestro mundo emocional es la brújula que más fielmente nos puede guiar en nuestra vida.