EL ECO DE ALHAMA NÚMERO 7 VENTANA ABIERTA

 

Recuerdos de Alhama

José Fernández Revuelta,
nació en Almería, es abogado,
poeta y escritor. Tiene publicados
dos libros de poemas ("Umbral
ardiente" y "Poemas del hombre
nuevo". Fue el primer presidente
de la Diputación en la democracia
y desde hace ocho años, escribe
todos los domingos la Sección
"Relato Semanal" en
"La Voz de Almería"

 

En el salón de mi casa tengo un trozo rústico e irregular de piedra rojiza que lleva pegada una plaquita con esta inscripción:

¡Que puñalada de sol
en la carne roja de la piedra!
y un valle que casi se olvida
entre la bruma intocable

Allá por los años cincuenta, paseando con quien por entonces era mi novia y hoy mi mujer, con la vista extendida sobre el valle del Andarax -desde el "Peñón Colorao"- y con los ojos entornados, divisamos uno de los paisajes más hermosos de esta Provincia. Así lo he dicho y escrito en varias ocaciones. Cerca estaba toda la tierra cubierta de parrales y también se percibía el silencio definitivo del Cementerio, con los cipreses clavados firmemente sobre la tierra seca. El recuerdo de todo fue un poema y la piedra citada.

A Alhama se le llamó "la seca", porque el agua era una aventura inalcanzable; después cambiaron los tiempos y ahora que hay agua casi no quedan parras. Recuerdo que al pueblo se llegaba por una carretera difícil y cuando estabas próximo había varias curvas de casi 360 grados. El "seiscientos" subía renqueante superando obstáculos hasta pasar Huéchar y divisar el Cerro de la Cruz, en cuyo momento parecía suspirar el motor mientras descendía la aguja de la temperatura ...

La familia de mi novia -con hondas raíces en Alhama- residía largas temporadas en el pueblo y de ahí data mi vinculación a esa tierra de la que tengo hermosos recuerdos. Vivencias del Cortijo del Triguero, en noches de verano bajo un cielo negro salpicado de estrellas parpadeantes; burros cargados con cántaros de la fuente que se llenaban con agua caliente y llegaban a las casas con el agua fresca; el salón del Casino donde jugaba al dominó, entre comentarios jocosos de los que participaban en el juego y de los "mirones" que los rodeaban; la Piedra del conjuro con sus recuerdos históricos ...

Frecuentemente he bordeado el pueblo en dirección a Canjáyar en viajes profesionales y en muchas ocasiones acompañando al abogado, ya desaparecido, Juan Pérez y Pérez. Recuerdo que al pasar por el lugar donde entonces no estaba el busto de Don Nicolás Salmerón, mi compañero y gran amigo, inclinaba devotamente la cabeza rindiendo un sencillo homenaje -laico y republicano- a la figura del ilustre hijo del Pueblo, que dimitió de la Presidencia de la República, por no firmar una pena de muerte. En una ocasión puede ver el busto en una dependencia del Ayuntamiento. mi suegro consevaba, como oro en paño, una carta manuscrita y una fotografía de Don Nicolás que presidía su despacho; era tío abuelo suyo y hoy la carta y la fotografía están en la pared de mi despacho. Uno de los doctores que dan nombre a la calle Médicos era el abuelo paterno de mi mujer.

No sé exactamente en qué año fue cuando pronuncié el Pregón de las Fiestas del Pueblo. Dije en aquella ocasión, entre otras cosas, haber aprendido que Alhama nace, crece, titubea, decae, revive y progresa jutno al agua y que sus tierras renacen con el agua como si se tratase de un bautismo que vivifica y regenera. Que vuestras tierras renacían con el agua y que de ellas venían vuestras alergrías y vuestros pesares ya que la tierra nos ayuda a vivir y recompensa nuestro esfuerzo. Por eso se ama a la tierra que nos vió nacer y se dice que es la tierra de uno.

Son, pues, muchos los motivos humanos y sentimentales que me vinculan a Alhama y en las pasadas Navidades gocé escribiendo un cuento que se publicó en La Voz de Almería, el 27 de diciembre, que se titulaba "El conductor de nubes". No sé si el personaje que desde El Cerro de la Cruz dirigía el paso de la nubes habrá existido o no. Francamente me desilusionaría que no hubiera tenido presencia real. El pueblo lo merece porque la historia es entrañable: él allí a pie firme, como un guardia de tráfico celeste ...

Vuelvo al tema con que inicié este artículo. El poema se titula "Atardecer" y figura en mi libro "Umbral ardiente". Está inspirado en la piedra roja, en la uva, en las suaves montañas del entorno, en el valle del río, en la proximidad del Cementerio, y en un mar que se adivina lejos, hacia el sur, detrás de los montes. Dice así:

¡Que puñalada de sol
en la carne roja de la piedra!
Y allí
el eco desgarrado y seco,
la nostalgia y el deseo.
Allí un jugoso racimo
entre mis dedos.
Una presencia de montañas
suavemente modeladas, acariciadas.
Un valle que casi se olvida
entre la bruma intocable.
Una espada de silencio
el descanso, casi eterno, del ciprés.
Un horizonte de mar
adivinado tras la nube.
Un camino, casi incierto,
que me lleva hasta el poema.

Como recordar es volver a vivir, estos pequeños recuerdos suponen para mí una vivencia presente de mi cariño a ese hermoso pueblo.