EL ECO DE ALHAMA NÚMERO 7 LITERATURA

 

La primera novela y el siglo que viene

Miguel Angel Blanco
PERIODISTA
Jefe de la Sección de Cultura, Ecología y
Medioambiente del IDEAL de Almería.
Ha dirigido la Delegación de Almería
durante diecisiete años, desde 1973 hasta 1990


Ficha técnica:

Naveros, Miguel. "La ciudad del sol". Diseño Enric Satué. Ilustración de cubierta: Luis Pita. Alfaguara. Grupo Santillana de Ediciones, S.A. 616 páginas. Madrid, 1999

De una mano de su padre. De otra de su madre, el parro Stalin lamiéndole los dedos. Tristán a su lado, mirando de reojo a su tía Ana de Lugo, del brazo de Lilian Storm. Torcuato y su tía de Carmen de Lugo, acabada la asamblea de mujeres, detrás, casi pisando la perrilla Canela. Su tío Bernabé, rezagado con Tommaso Campanella, observando. Su cortejo aún más atrás. El periodista Tapia girando alrededor, tomando notas e indicando a Capa, Cartier-Bresson, Depardon y Khaldei las fotos que quería para su "Diario". Y su abuelo don Marinus añadiría. "Ya está bien. No perdais más el tiempo. Compadeceos de los muertos".

Hay multitud de respuestas en el mundo literario al interrogante de cómo se puede narrar el tiempo. Y una de esas fórmulas, si es que existen modelos establecidos al respecto, es seguir el paso del tiempo desde las diversas visiones que ofrece el desdoblamiento de los personajes emanados del autor. El tiempo es un río que envuelve la dimensión de un tiempo cercado por el siglo. De lo que aconteció en el interior almeriense durante el siglo es de lo que trata "La ciudad del sol". Variedad de puntos de vista. Situación de la historia que se rinde ante el poder de la ficción. El resultado es una gran novela con todas las vueltas que da el paso lento, la sequedad de los ríos ausentes del paisaje de Almería pero determinantes de la personalidad del paisaje.

No importa, de hecho es una anécdota, que el autor tome partido por quienes consideran que el siglo veinte concluye con el presente año 1999, una aseveración que se rechaza de plano desde otro sentido de contar el tiempo, que sitúa el comienzo del siglo veintiuno en el año 2001 y no en el 2000, como el márketing y la oportunidad comercial pretende hacer creer. El año cero no existe. Pero polemicas iniciales en otro tiempo de lo literario y del del periodismo aparte, esta es la historia de un mundo local, pequeño, universalizado, emocional en muchos momentos, profundo, vivo, fascinante, con una gran carga de realismo e imaginación. Y por consiguiente, en un proceso narrativo que n es fácil de mantener, teniendo en cuenta que la novela supera las seiscientas páginas. La comercialidad de este tiempo se encarga de sostener ante la opinión pública que todo tiene que ser breve para alcanzar la configuración del retrato que interesa. La primera novela de Miguel Naveros, por consiguiente rompe los esquemas, se mueve contra corriente y deja desde su horizonte la satisfacción de quien mira con reto a la literatura establecida del momento.

Un tiempo similar al "Novecento" (extraordinaria historia fílmica de Bertolucci) está presente en toda la estructura del libro, donde el autor aporta distintas estructuras narrativas que pueden conducir, individualmente, una narración. El novelista las sitúa todas en procesos paralelos que se fusionan. Desde la simbología de un lenguaje del mestizaje de las ideas, "La ciudad del sol" mantiene la armonía, los diversos niveles del interés y las claves de una respuesta de reflexión sobre el futuro. Empieza la historia en el último año del siglo diecinueve, aunque Naveros lo haga siglo veinte, <<Cuando a mediodía del uno de enero del mil novecientos don Marinus Velego y doña Pura Lugo salían entre aplausos y del brazo de la catedral fortalez mientras las campanas replicaban con la fuerza de un siglo, quedaban definitivamente cerradas las dos semanas más difíciles que el joven abogado hubiera podido vivir>>.

Lo peor que puede ocurrirle a la novela de Miguel Naveros es que en el ámbito de la lectura almeriense se predomine el sentido anecdótico de las referencias. Es el principal riesgo e interrogante que acompaña la propuesta atrevida del texto. Sin embargo, si las intenciones del lector se introducen en la dimensión de la vida que encierra el texto difícilmente podrá escapar del poder de algunas de las seducciones que existen en su interior, aparte de la globalidad general del argumento.

Memoria de periodista

Si es acertada o no la contemplación del siglo veinte, como apunte de entrada para el futuro que se avecina, hay criterios emocionales que permanecen y que justifican el sentido humanístico de la novela: la melancolía y el desencanto, arropado todo ello pro el interior de un autor que está marcado por su estrecha relación con el lenguaje poético y el periodismo. La novela es la narración de un novelista, sin embargo, y su estructura responde a múltiples memorias, al retrato de unos personajes con los que es posible entrar como una saga, una novela-río, que deja pasar el tiempo como un torrente, arrasa transforma el paisaje y mantiene con firmeza la fuerza de la memoria y el eco que deja como un poso, a veces amargo, a veces consciente, de lo efímero de todo, incluso de la ilusión de las ideologías, cuando amanece, antes o después, qué más da, lo que es dado en llamar "siglo veintiuno".

Los retrasos envuelven el mundo de la periferia, reconocido y forjado en Almería sin nombre. Hay personajes del ámbito liberal progresista, socialista, comunista, fascistas, vecino de barrios, de todo el espectro social, populismo en ocasiones, personalidad forjada en la libertad de quien pretende decidir por sí mismo, firmeza de mujeres solas ante un mundo en contra que evoluciona y está llamado a cambiar, identidad de periodista, confesiones personales del recuerdo que formaliza el presente, seguramente uno de de los procesos narrativos de mayor coherencia y consistencia de la novela, una amplia y renovada entrevista para que la memoria del periodista cuente y comente las cosas del tiempo vivido y la hegemonía de lo cotidiano frente a la historia.

La novela tiene un arranque directo, sin concesiones, entra a fondo en el lenguaje que se modifica con el tiempo. Es la parte estrictamente más convincente de la novela por el retrato social que hace de la calle. Posiblemente se encuentre cierta desviación cuando el tiempo histórico adquiere más notoriedad y pierde fuerza la ficción. En realidad, la novela termina por regresar a sus tiempos iniciales. Deja en el aire una sensación de personajes derrotados hacia el exterior, pero firmes en sus convicciones, con sus grandezas y debilidades que los convierte en seres profundamente humanos. Está aquí la mejor fortuna de la novela, que resurge de forma extraordinaria y sentimental en el epílogo. Constancia de que la novela continúa, aunque se acabe el libro.