EL ECO DE ALHAMA NÚMERO 6 ENTREVISTA

 

Diego M. Ibáñez Rueda
Estudiante de Ciencias
de la Comunicación

Rafael García Yebra
PÁRROCO DE ALHAMA

"La tarea común de construir un pueblo mejor se ha ido olvidando"

Nació en Almócita hace 43 años pero sigue pareciendo el joven emprendedor de 18. Sabe que su forma externa de ir por la vida puede provocar recelos, pero eso para él no tiene demasiada importancia. Y es que Rafa (así le gusta que le llamen) tiene muy claro desde el principio lo que quiere hacer: ofrecer nuevos horizontes a la gente desde la fe cristiana, pero incorporando formas y perspectivas nuevas. Como el modelo de Iglesia que él propugna, es dialogante, abierto y alegre, y siempre trata de buscar el lado positivo de las cosas. Es un amante del deporte y la naturaleza, de las nuevas músicas (desde los cantautores hasta el heavy, pasando por la new age) y se preocupa por conocer los nuevos aires del pensamiento cristiano a través de la literatura teológica. Con seriedad y entusiasmo, no deja de participar en proyectos que hagan un poco más justa y feliz la vida cotidiana de los más necesitados.

P.: Usted es más bien crítico en algunos puntos con la institución eclesiástica actual, ¿en qué no está de acuerdo?

R.: Fundamentalmente, en el análisis que se hace de la realidad, la cual debería estudiarse más profundamente, ver lo que espera la gente de la Iglesia y dar una respuesta más eficaz, sobre todo ante problemáticas profundas que está viviendo la provincia de Almería y el mundo en general: el paro, la desigualdad económica, un mundo que con el desarrollo tecnológico va robotizando a la persona ... Se trata de la cosmovisión de la sociedad en sí, ya que dependiendo del análisis que hagas de la realidad estás planteando tu pastoral de una forma o de otra. Porque éste es el punto de partida, y si ese análisis es bueno y toca los problemas profundos, estarás dando la respuesta apropiada.

P.: Los teólogos progresistas reclaman de la Iglesia ese acercamiento y un diálogo abierto con la sociedad. ¿Se está cerrando la institución eclesiástica?

R.: Esto le ocurre a todas las instituciones sociales, donde hay un movimiento de apertura y un movimiento conservador. Yo creo que la Iglesia no se cierra. Hay unas personas que tienen una determinada cosmovisión y la imponen, pero no es la cosmovisión de la Iglesia, porque la Iglesia somos muchos más. Entonces, en este momento hay una postura que es la que está mantenindo la jerarquía eclesiástica, pero ni es definitiva ni cerrada. Creo que el futuro es mucho más abierto, que la fe es mucho más abierta y dialogante, y tiene que ir cambiando y adecuándose, acampando y encarnándose en cada sociedad. Si hay un diálogo seguro que está dando luz a la sociedad. Si está cerrándose, seguro que está combatiendo contra la ella. Porque no es lo mismo hablar con la sociedad empuñando las armas, que hablar con ella ofreciendo salidas.

P.: El IV Sínodo Diocesano de Almería, en el que usted participa activamente, va por ese camino de cambio, ¿no?

R.: No lleva unas perspectivas de cambio sino de enfrentarse a la opinión de los mismos creyentes, ya que desde hace muchos años no existía una plataforma donde dialogar, donde pudieran expresar su fe y su visión de los problemas, y esa es la gran oportunidad. Es una plataforma donde la comunidad católica se pone a profundizar y a reflexionar sobre los grandes temas del cristianismo. Que esto sea luego motor de cambio o no depende de los mismos creyentes.

P.: Como sacerdote usted es un observador privilegiado de todos los problemas que acucian al ciudadano corriente. ¿Cuál es su visión de la sociedad alhameña y sus problemas?

R.: Para mí, en los últimos años sobre todo, que es cuando yo he vivido aquí, es una sociedad que se está viendo abordada por un cambio en toda la cuestión laboral, porque han caído los grandes lemas de Alhama, y de toda la zona: la uva. Cuando yo llegué todavía se hacía uva y he visto cómo la gente cada vez se ha visto más forzada a cambiar su modo de cultivo, lo cual supone también cambiar el modo de vida. Los que se han quedado aquí, claro, porque muchos han tenido que dejar sus tierras y sus casas y se han ido a englobar el gran monstruo de Almería y la zona de los invernaderos, y eso supone trastocar toda la vida familiar y de la comunidad local, ya que lo que te permitía estar en el pueblo y disfrutarlo en tu tiempo de ocio ha desaparecido. Ahora la gente se va a trabajar muy temprano, vuelve muy tarde y no convive, no tienes oportunidades para convivir con tu familia, con tus amigos, y todo se deja más bien para el fin de semana, si puedes. Entonces, veo que eso ha llevado un poco al olvido de cosas comunes, a pensar sólo en que uno tiene que buscarse sus habichuelas y la tarea común de construir un pueblo mejor y de ir creando unas plataformas de futuro para los jóvenes se ha ido olvidando. Pero no por que la gente sea reacia, sino porque te ves desbordado. Esto en cuanto a una de las visiones que yo tengo más claras de una problemática común. Luego hay problemáticas de sectores de población, por ejemplo, el de la juventud. Veo que cada vez se va introduciendo más el problema de la droga, que se ha pasado en tres o cuatro años de tener una población de consumidores muy pequeña a generalizarse el problema. Eso en el ámbito juvenil creo que está rompiendo mucho, y va a ser un problema que necesitará soluciones urgentes. Creo que la situación es más grave de lo que creemos, porque estamos demasiado tranquilos, la sociedad en general está como dormida ante ese problema.

P.: El cura siempre ha sido una persona muy importante en los pueblos, a la que se le tiene mucho respeto. ¿Cómo se ha sentido usted durante estos años en Alhama?

R.: La relación para mí ha sido positiva. Alhama es uno de los pocos lugares en los últimos años en los que me he sentido orgulloso de la relación interpersonal. Detalles como el que un viejecillo te diga Rafa a mí a veces me han emocionado, porque es normal que un joven te hable de tú, pero lo otro significa que se ha creado un clima de amistad, de confianza y que a la gente se le han caído muchas barreras. Aparte siempre hay los roces típicos de una pastoral, aunque creo que a todos los párrocos en general les ocurre que su línea pastoral ha caído bien a una serie de gente y en cambio a otra gente no le parece la adecuada.

P.: Usted ha manifestado su deseo de irse de misiones, ¿no le llena lo suficiente su trabajo aquí?

R.: No es que me llene o no me llene, sino que creo que hay veces que tú estás trabajando en un sitio, poniendo todos tus sentidos, pero ves que ese trabajo, trasladado a otro sitio, responde a unas necesidades en otras sociedades que quizá sean más urgentes. Y es una llamada también a trabajar con otra dinámica, porque estamos en una sociedad occidental un poco caduca, con un cristianismo ya demasiado viejo y cada vez un poco más trasnochado, donde estás perdiendo una fuerza, cuando hay otros sitios que te están urgiendo y donde la gente tiene el gran problema no de vivir bien, sino de vivir. Entonces como esto responde a los ideales de toda la vida y es una llamada que siento desde hace tiempo, es algo que está dentro de mis proyectos. Sin menospreciar el trabajo que realizo ahora mismo, que lo considero importante.

P.: Por otra parte la religión también puede ser un arma de doble filo: mire el integrismo islámico, el conflicto del Ulster...

R.: Por supuesto. La religión es el misterio que lo vive cada uno a nivel personal y que lo intenta plasmar a nivel comunitario. Responde a tantas visiones diferentes de la vida que se va haciendo muy subjetivo. Incluso en nuestra misma sociedad cristiana puede haber algún problema de puesta en práctica de la fe, dependiendo de si el Dios del que hablamos es un Dios que te castiga o que te beneficia, si es un Dios que se relaciona con las personas como dios temible o muy distante, al que tienes que estar siempre ofreciéndole algo porque si no es terrorífico... Es un arma de doble filo total, porque según como la vivas te puede potenciar como persona, desarrollando todas tus facultades, o te puede anular como tal. Incluso para mí es sorprendente aquí en Alhama todo el culto a los santos, la dependencia y la plaga de promesas, o las visitas a los grandes santuarios de la provincia. Gente que luego en su vida y en sus actitudes no tienen una presencia de Dios, pero sí tienen un sometimiento al mismo. Y luego por otro lado, toda la violencia de convertirlo en bandera, de vivirlo de una forma demasiado pasional o de una forma nacionalista o teocrática, puede hacer estragos.

P.: Un férreo combatiente de cualquier tipo de injusticias como usted debe sentir una profunda desolación cada vez que ve un telediario o lee un periódico ...

R.: No es para tanto. Los medios ofrecen una determinada visión. Hay noticias muy pequeñas en los rincones más queridos como pueden ser nuestros pueblos, de gente que se está currando la vida y que están haciendo la historia, que son auténticos signos de esperanza. Eso no sale en las noticias, y yo ya me he acostumbrado a tener en cuenta que la realidad no es la tragedia que sale en el telediaro, porque la vida va más allá y el mundo no es triste. Es desolador cuando es trágico, pero también es ilusionante cuando hay gente trabajando por determinadas causas.

P.: Por lo que veo es optimista ...

R.: Sí, sí. Además, como dice mi amigo Alfonso Sola, estamos en un momento histórico muy parecido al parto, en el que estás con la amargura y el dolor de ese parto, pero con la esperanza de que viene una criatura nueva, una historia nueva, que es la que estamos gestando entre todos.

P.: ¿Y qué cree usted que debe ofrecer la Iglesia a ese ciudadano del nuevo milenio?

R.: Tiene que estar ofreciendo lo que siempre ha ofrecido, por lo menos lo que siempre ha debido ofrecer. Desde el evangelio, una forma de ser persona, que te acerque a los demás, una forma de convivir con los demás que rompa con muchos esquemas. La sociedad civil nos organiza en familias y el evangelio nos debe organizar en comunidades, porque la persona es mucho más y va mucho más allá de sí misma. La persona es apertura a los demás y es interrelación, pero no sólo en el ámbito humano, sino también con el mundo de la naturaleza, porque el hombre ha perdido la armonía con su entorno. Al principio los cristianos vivían en comunidad, compartían sus bienes, se preocupaban por los problemas que había en su entorno. De su misma vivencia iban irradiando esperanza a la gente y ése es el punto de partida. Éso es lo que tenemos que recobrar, la vivencia de la persona que convive con lo que le rodea, frente a la persona que lo utiliza. Porque ahí es donde estamos más perdidos en este mundo, en los modos de vivir que te ayuden a desarrollarte como persona, no que te esclavicen ni que te encierren en ti mismo. Muchas veces nosotros estamos ofreciendo una serie de servicios en parroquias, pero no estamos ofreciendo una forma de vida que es lo que ofrecía el cristianismo en su origen, lo que Jesús vino a potenciar.